Tribunal Arbitral, colección de la fundación La Guayana Esequiba
Marzo de 1951
Excelentísimo
Sr. M. A. Pulido Méndez
Embajador de
Venezuela
México
Distinguido
y fino amigo.
Accediendo al deseo expresado por usted de que yo reprodujera
(….) un memorándum escrito por su socio el Licenciado Severo Mallet Prevost,
para que se publicara después de la
muerte de este, (…) me complazco en cumplir con lo que prometí (…).
En el mes de diciembre del año de 1899, siendo yo Secretario
del Magistrado John M. Harlan, de la
Corte Suprema de de los Estados Unidos, hubo una discusión acalorada en los periódicos
norteamericanos sobre la controversia entre el Gobierno de Venezuela y el de la
Gran Bretaña, referente a los linderos limítrofes entre Venezuela y la Guyana
Británica, especialmente por que el Gobierno Británico insistía obstinadamente en lo que él reclamaba como
límites de la Guyana Británica debía de tenerse por territorio británico, a
pesar de las protestas del Gobierno de Venezuela, rechazando aquel toda oferta
de someter la cuestión a un Tribunal de Arbitraje.
El Gobierno de los Estados Unidos había tomado cartas en el
asunto, apoyando a Venezuela, e hizo lo posible para que el Gobierno Británico
accediera al deseo del de Venezuela, de
que se sometiera la cuestión a un arbitraje, pero sin que la Gran Bretaña le
hiciera caso, hasta que el Presidente Cleveland (…) basándose en la Doctrina
Monroe, mando un mensaje al Congreso Norteamericano, en que decía que (…) lo único que podía hacer el Gobierno Estados Unidos en esas circunstancias
era…resistir con toda la fuerza a su alcance a cualquier usurpación que la
perjudicara.
El Tribunal de Arbitraje se reunió en París en 1899, y fueron nombrados tres secretarios
del mismo, un francés, un inglés, y otro (el infrascrito) como secretario por parte de Venezuela.
Tanto el gobierno de de los Estados Unidos como el de
Venezuela entendía que la cuetion presentada al Tribunal de Arbitraje, tendría
que ser fallida de acuerdo con los hechos comprobados y las leyes aplicables al
caso, y es fácil comprender la sorpresa de Mallet-Prevost según lo relata él
mismo en su memorándum publicado después de su muerte, por su socio el juez
Schoenrich, en que se refería a una
comida a la que asistió, sentado al lado del árbitro británico Lord Russell,
en la Embajada americana en Londres antes de trasladarse a París, para la
celebración de la sección preliminar del Tribunal Arbitraje en el mes de enero
1899.
Copio sus propias palabras tomadas de ese memorándum cuya copia tengo a la vista:
“…me senté al lado de
Lord Russell, y en el curso de la Conversación
me atreví a expresar la opinión de
que los arbitrajes internacionales deben de basar sus decisiones
exclusivamente en terreno legal. Lord Russell me replico inmediatamente
“…difiero completamente de su opinión. Creo que los arbitrajes internacionales
deben de orientarse por vías más amplias y que deben de tomar en consideración
las cuestiones de política internacional…”
Para mí, el modo
indicado por Lord Russell para resolver la controversia entre la Gran Bretaña y
Venezuela hubiera figurado en el convenio de arbitraje como regla de conducta,
ni el Gobierno de Venezuela, ni el de los Estados Unidos lo habrían aceptado.
Lo que pasó
después ha hecho resaltar la
falta de una regla precisa de conducta
consignada por escrito en el protocolo para el gobierno de los árbitros
y la “farsa” en realidad representada por el fallo que se dicto.
Sir Richard Webster abrió
el debate en parís, y recuerdo que me llamó la atención el hecho de que a cada
rato el que hablaba fue interrumpido por el “arbitro ingles Lord Russell”, (…)
tendiente a causar en los oyentes la impresión de que él era uno de los
abogados de parte de la Gran Bretaña y
no uno de los jueces del Tribunal de Arbitraje.
Esto me parece de mucha importancia pues todo el mundo sabe que en los
juicios entre particulares, los jueces están sujetos a recusación si aparece
(…) que no pueden ser jueces imparciales. Y por razones semejantes, si
en un tribunal de arbitraje (…) ese juez es súbdito o ciudadano de una de las
partes litigantes, y como tal, por obstinación o por patriotismo no puede
concebir que su propio país deje de tener razón en la controversia, en ese caso
debiere de existir un derecho de parte
de la otra nación de recusarlo, ¿si no es recusable y se estimara que en todo
caso debe de emitir su fallo a favor de su propio país, no resulta que es en
realidad juez y parte? Lo que no puede tolerarse en esos juicios entre
particulares. Si los árbitros de cada
gobierno creen que su deber les impone
la obligación de fallar siempre a favor del suyo, ¿no es evidente que para
ganar la partida (…) alguno de ellos haga una conquista de un tercer arbitro en
discordia?, y si eso es así, ¿ habrá duda de que tales arbitrajes son manera de
“farsa”? (…).
En fin (…) terminados los debates (…) los dos árbitros
ingleses se fueron a Londres llevándose con ellos el Presidente ruso del
Tribunal F. de Martens (…).
Recuerdo bien el día
señalado por el Tribunal de Arbitraje para dar el fallo para dar su fallo. El
Presidente de Martens (…) dijo (…) que en el presente arbitraje todos los
árbitros estaban de acuerdo y por lo tanto que la controversia habia sido
decidida por el voto “unánime” de ellos:
dándose a entender que no había hallado ninguna diferencia de opinión entre
ellos, por lo que debía estimarse que el fallo era en todo un justo, legal y
equitativo, y debía de ser satisfactorio para todas las partes interesadas (…)
fallo que por su injusticia causo consternación, no solo entre los abogados de
Venezuela sino de parte de su gobierno y el de los Estados Unidos.
Recuerdo que el ex presidente Harrison (…) decía después, (…) que se lamentaba (…) haber dedicado dos de los mejores años de
su vida a un asunto que había vuelto a ser una mera farsa, agregando que la
línea limítrofe fijada por el Tribunal de Arbitraje no tenía sentido común que no concordaba en absoluto con las pruebas
presentadas, no conforme a derecho; que no fijaba una línea basada en linderos limítrofes naturales, como se
acostumbraba entre naciones, tales como ríos y serranías, sino que la línea se
había trazado de tal manera que todos los terrenos en que se suponía podría haber
depósitos de auríferos fueron adjudicados a Inglaterra, y que las ciénagas y
demás tierras pantanosas e inservibles se había asignado a Venezuela (…).
Es obvio que este arbitraje resulto una ilusión y un engaño
tanto para Venezuela como para los Estados Unidos.
Me parece que la Gran Bretaña desde hace siglos ha estado
acostumbrada adueñarse de todo lo que se le antojaba, y podía tomarlo debido a
su poderío naval y militar, y las naciones pequeñas carentes de fuerza para
resistirla, han tenido que sufrir el despojo de sus tierras sin poder
defenderse. Francamente, cada vez que me pongo a reflexionar sobre el
vergonzoso despojo de 1899 de parte del territorio legítimamente perteneciente
a Venezuela, me siento hervir la sangre, aunque ya han trascurrido más de
cincuenta años después que sucedió.
Pero ahora la Gran Bretaña, debilitada por dos guerras mundiales, y estando
actualmente bajo la amenaza de otra, aun más terrible, tal vez en lugar de de poder ya “imponer su voluntad” sobre un país pequeño ( como decía el
Presidente Cleveland en su aludido mensaje al Congreso Americano en 1895),
podría llegar a depender de la ayuda del petróleo de Venezuela, como de un
elemento importantísimo de y aun decisivo.
La devolución a Venezuela de la parte de su territorio que le ha sido arrebatado por la Gran Bretaña, representaría
para ésta un valor insignificante comparado con el bienestar y seguridad del
Reino, y si estalla la tercera guerra mundial
(…) los ingleses (…) tendrían que
depender del petróleo de Venezuela (…).
Si esta situación viniera a presentarse, me magino que la
gran Bretaña estaría dispuesta a favorecer, a titulo de compensación por la
ayuda de los inmensos recursos petroleros de Venezuela, devolverle la parte de
su territorio de que tan descaradamente fue despojada en el año de 1899. Pero
no haciéndolo y viniendo a presentarse la situación aludida, podría la Gran Bretaña
justamente esperar que los venezolanos,
sintiéndose tan resentidos y ultrajados como están, estarían dispuestos a
presentarle a Inglaterra tal servicio (…).
¿Por qué esperar pues hasta ver si la Gran Bretaña vaya tener
que afrontarse a una situación apurada que le obligue a suplicar a los
venezolanos que pongan todos sus recursos petroleros a la disposición de los
ingleses para la salvación de su país? ¿ por qué no aprovechar la presente situación para hacerles
voluntariamente un gesto amistoso tendiente hacerles olvidar sus resentimientos, y convertirlos en
buenos amigos para el futuro, ofreciendo expropio
motu y sin exigirles una
compensación, la devolución de aquella parte del de su territorio, que les fue
tan injustamente arrebatada y rectificando
el punto de partida de la línea limítrofe para que comience desde la Boca del
Moruco, en donde habría comenzado si el fallo del Tribunal Arbitral hubiera
sido rendido de conformidad con los hechos comprobados y con arreglo a la Ley?
Este acto voluntario, seria calurosamente aplaudido no solo por Venezuela, sino
por el pueblo de todo este hemisferio.
¿Por qué no hacerlo
ahora mismo y no dejar de hacerlo hasta estar obligado a pedir socorro a
Venezuela, ya que podría ser tarde?
Loa ingleses se jactan de que en las contiendas de todas
clases que se verifican en su país, los contrincantes siempre pueden contar
con “Fair Play” (actitud correcta según la regla de la
materia). ¿Pretenderían seriamente que
hubo “Fair Play” en el arbitraje del año
de 1899? ¿Por qué no reconocer ahora, que los venezolanos han tenido razón en
hacer sus amargas quejas durante más de cincuenta años y demostrar con ese
gesto que los ingleses no se han
apartado de su principio de conducta conocida por el de “Fair Play”, devolviéndoles lo que en toda su
conciencia es suyo?
Perry Allen
Y añadimos
“…se pude embaucar a un cierto número de personas todo el
tiempo, ya a todo el mundo durante algún tiempo, pero no es posible embaucar
siempre a todo el mundo…”
Abraham Lincoln
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