1895 Mapa de una Sección
de Guayana, preparado por el General Francisco Chartier, para señalar su expedición al Monte Roraima (Colección
de la Fundación la Guayana Esequiba)
Transcripción
Estados Unidos de Venezuela
Caracas: 22 de abril de 1895.
Ciudadano,
Ministro de Relaciones Interiores
Presente
Ciudadano
Ministro
En cumplimiento de la misión que, con fecha 15 de junio del
año próximo pasado, me confió el Gobierno Nacional, y cuyo objeto era la
exploración del territorio comprendido entre el río Cuyuni Y EL Pico Roraima,
en el Estado Bolívar, tengo la honra de presentar a usted el informe relativo
al viaje que la comisión acaba de verificar.
Salimos de esta Capital mi hermano Federico, Secretario de la
Expedición, y yo, el 28 del mismo mes; pasamos por Trinidad, y de allí, en
unión del Presbítero Joaquín Rozo, Capellán de la Expedición, seguimos viaje
hasta El Callao, donde llegamos el 18 de julio. Inmediatamente procedí a
organizar el cuerpo expedicionario, y el día 1°
de agosto, nos pusimos en marcha para el Cuyuni. Los fuertes aguaceros
que cayeron en esos días y la pérdida de una gran parte de nuestras
provisiones, al pasar la quebrada El Pilón, nos obligaron a retroceder a el
Callao, y fue solamente el 11 de de agosto cuando pudimos emprender viaje de
nuevo. El 17 de, después de haber recorrido parte de la ribera izquierda del
río Yuruán, llegamos a una aldea de
indios Arecunas, situada a orillad de una quebrada que cae en el Yuruán, y
llaman Caratal. Dicha Aldea, levantada en terrenos pertenecientes a los señores
Figarella hermanos, dista tres lenguas de la antigua misión española de Cura, y
consta de unos trescientos indígenas, quienes antes vivían diseminados en ambas
márgenes del Yuruán. El diez y ocho de agosto se erigió una cruz de diez varas
de altura; se bautizaron 35 indios; y se bendijo solemnemente la aldea, a la
cual se dio el nombre de San Joaquín de Cura. Envié a ese Ministerio, con fecha
19 de septiembre, varias fotografías de las
ceremonias a que hago referencia.
Salimos de San Joaquín de Cura el 21 de agosto, y después de
un viaje muy penoso, debido a las lluvias torrenciales y a las crecientes de
los ríos, llegamos el 25 a la Estacion venezolana del Cuyuni. De este lugar, y
después de un detenido examen, envié a ese Ministerio, con fecha 26 de agosto,
un informe detallado del viaje que la Comisión a mi cargo acabada de verificar.
Me refiero a la consabida nota, que confirmo en todas sus partes.
Del Cuyuni regresamos a
el Callao el 19 de septiembre, para organizar la gran Expedición que
deberíamos emprender hasta llegar al
Pico (Monte) Roraima. Lo desprovisto que se hallaban los almacenes de El
Callao, y Guasipati, nos obligo a demorarnos todo un mes, esperando las
provisiones que estaban en camino, y fue tan solo el 15 de octubre cuando
pudimos ponernos en marcha. El veinte llegamos al embarcadero de Vechica, en la
orilla izquierda del río Supamo. Allí encontramos a los indios que habíamos
contratado, y al siguiente dimos principio a nuestro viaje.
El cuerpo expedicionario a mi mando se componía de:
El presbítero Joaquín Rozo, mi hermano Federico Chartier,
tres peones venezolanos y doce indios: por todas diez y ocho personas, que
reparto en tres curiaras y cinco conchas. Ese mismo día envié adelante a dos
indios, con la orden de ir al río Carrao a preparar las embarcaciones que
habíamos de emplear después de haber franqueado la primera cordillera que debíamos
de pasar.
Buscando el camino más recto, bajamos el Supamo hasta la
desembocadura del río Gualiche, que principiamos a remontar el 23 de octubre,
con la idea de alcanzar las sabanas de Camarata. Durante seis días remontamos
sin mayores tropiezos el mencionado río Gualiche y llegamos a una ranchería
india, donde se erigió y bendijo una gran cruz, bautizando el lugar San
Leonardo, nombre de pila del Jefe de la ranchería, compuesta de cinco casitas
donde viven 38 indígenas. Según la costumbre que habíamos adoptado izamos la
bandera nacional y en dos corpulentos cedros estampamos las letras E.U.V.
(Estados Unidos de Venezuela). En ese lugar permanecimos dos días para renovar
nuestra provisión de cazabe, principal alimento de los indios. El Primero de
noviembre seguimos nuestro viaje, teniendo que abrir pasó a las embarcaciones,
cortando con hacha los arboles caídos que obstruían el río. El 2, después de
vencer muchas dificultades, llegamos a una ranchería donde vivían una familias
indias, pero que hoy abandonada por completo.
Desde aquel punto se estrecha de tal modo el cruce del rio, y
eran tantas las matas caídas, que no nos fue posible seguir adelante y resolvimos retroceder en busca de
otra vía. Regresamos al Supamo, y bajando este río llegaos al Yuruán el 4 de
noviembre, después de haber visitado e el trayecto dos pequeñas rancherías
indias, en las cuales viven unos 40 indígenas. El día siguiente principiamos a
remontar el Yuruán. Nada de particular ocurrió hasta el 10, y abrigábamos la
esperanza de poder llegar al punto que nos prometíamos alcanzar; pero el 11
principiamos a tropezar con las mismas dificultades que habíamos hallado en el
Gualiche. El 12 apenas si logramos adelantar dos lenguas en todo el día.
Mandamos dos indios a recorrer el río y los informes que
ellos nos dieron, fueron que las conchas podrían pasar sin carga pero en cuanto
a las curiaras de ningún modo. De nuevo tuvimos que retroceder, y haciendo
rumbo hacia el Cuyuni, llegamos el 20 de noviembre a la Estación Ve venezolana.
En ambas márgenes de los tres ríos recorridos: Supamo, Gualiche y Yuruán,
visitados ya por nosotros detenidamente en el año pasado, existen algunas
agrupaciones de indígenas, la mayor parte de ellos pertenecientes a la tribu de
los Arecunas; pero estas agrupaciones, distantes las unas de las otras muchas
lenguas, no son bastante importantes para formar un núcleo suficiente a la
creación de una aldea.
Me concreto a seguir el relato de nuestro viaje, poniéndome a sus órdenes, ciudadano Ministro, para informar,
si fuese necesario, sobre las producciones de estas ricas regiones.
Expedición hasta el Roraima
A nuestra llegada a la Estación venezolana del Cuyuni (El
Dorado) encontraos al Señor Cesar S. Urdaneta H, Comisionado Especial del Gobierno, quien se preparaba
a salir para la Estación de Chicanang, nuevamente creada. Acatando los deseos
del señor Urdaneta, quien me exigió lo acompañáramos en su recorrida, demoramos
nuestra salida hasta el sábado 24 de
noviembre, día en que él y nosotros emprendimos
viaje para la Estación de Chicanang. Remontamos el Cuyuni y dos días
después llegamos a la desembocadura del Chicanang. Por el croquis que acompaño,
notará el ciudadano Ministro que desde el punto escogido para la nueva Sub-
Comisaria, se domina a ambos ríos. Empero, siendo muy anegadizas las márgenes
del Chicanang, creo conveniente establecer la estación, a unos trescientos
metros más al sur, aprovechando un pequeño cerro que hay, que figura en el
croquis. Desde este punto, la vista
abarca mayor extensión de terreno, y la casa - estación estará protegida contra
las crecientes del río y en mejores condiciones de salubridad.
A nuestro paso por dicha Sub-comisaria, a mi cargo entonces
del señor Canuto Gordon, se bautizaron seis de los indios que nos acompañaban.
El 28 de noviembre nos despedimos del señor Urdaneta, quien
regreso a la Estación del Cuyuni, siguiendo nuestra marcha por rumbo opuesto,
remontando el río Chicanang cuya dirección general es de S.E E a N. NO. Ambas
márgenes de dicho río son anegadizas, de tal modo que con dificultad
encontrábamos un lugar aparente para establecer nuestro campamento, teniendo
varias veces que internarnos en la selva, en busca de un sitio apropiado. La
corriente del Chicanang es fuerte, pero como el río es ancho y en el no existen
saltos, adelantábamos a razón de seis
leguas por día. El 03 de de diciembre, después de cinco días de navegación,
dejamos a Chicanang para entrar en la quebrada Acuchi. Esta es tributaria del Chicanang y corre S. S O AL n. n e. la remontada de
la quebrada Acuchi fue muy dificultosa. A cada momento teníamos, para dar paso
a las embarcaciones, que abrir canales con pico y palas, o cortar las matas
caídas que obstruían el cruce de la
quebrada. Vencidas las dificultades que entorpecían nuestra marcha, llegamos el
05 de diciembre al pie de la serranía que separan la hoya del Cuyuni de la del
Orinoco, y cuya dirección es de E. S. E a N. N.O.
Dejamos en la quebrada Acuchi las embarcaciones al cuidado de
dos de nuestros indios, y al día siguiente, 06 de diciembre, principiamos la
ascensión del Cerro Lema. Este cerro, cuya altura es de 1530 pies sobre el nivel del mar, está cortado casi a
pico y para llegar a la cima hay que seguir el curso de una quebrada que por
fortuna hallamos con poco agua, pero que en el invierno se transforma en
torrente, lo que hace casi imposible la ascensión de la montaña. Al llegar a la
cima del cerro, después de una marcha muy penosa, encontramos una diputación de
doce indios Arecunas, que venían desde Camarata a nuestro encuentro y quien se
pusieron a nuestra entera disposición. A las dos de la tarde bajamos el cerro
Lema por la vertiente opuesta y a las cinco acampábamos en la ribera derecha
del río Carrao, extenuados por el cansancio.----El río Carrao, que no figura
en ningún mapa de Venezuela, toma su nacimiento al S E y desemboca al O, en el
Caroní.
El Carrao es un río bastante caudaloso; la fuerza de su
corriente es de seis millas por hora y describe muchas curvas en su curso; pero
su dirección general es E. S E a N N.O.
Allí encontramos las embarcaciones que los dos indios
enviados por nosotros el 20 de octubre, nos tenían preparadas, y que consistían
en una curiara pequeña y cuatro conchas. No siendo suficiente ese número de
embarcaciones para nosotros y para el transporte de las provisiones, tuvimos
que mandar a construir cuatro conchas más. En esta circunstancia pudimos
admirar la habilidad y destreza de los indios. No habían transcurriendo 24
horas desde que di la orden de preparar las nuevas embarcaciones, cuando ya las
cuatro conchas estaban a flote.
El 08 de diciembre nos embarcamos en el Carrao y después de
haber pasado los rápidos de Carimán y Aguarinka, este ultimo largo y peligroso,
acampamos el 10 en la desembocadura del río Akanang, que corre de S a N y cae
en el Carrao, el cual en ese punto tiene un ancho de 150 metros.
Desde la desembocadura del Akanang corre hacia el Sur una
serranía muy alta, cortada a pico y de la cual el cerro principal, el Auyán –
tupué, se eleva a una altura de 2.300 pies. Durante día y medio remontamos el
Akanang y el 12 llegamos a las sabanas de Camarata. Allí nos esperaban unos
doscientos indios, entre los cuales reconocimos a muchos de los que en nuestro anterior
viaje habían sido bautizados por el Presbítero Joaquín Razo. Esos indios nos
recibieron con las mayores muestras de cariño, y nos llevaron a su aldea,
situada en una hermosa sabana, a una legua del lugar donde habíamos
desembarcado. En dicha aldea, compuesta de cinco grandes casas bien fabricadas,
viven unos quinientos indígenas, cuyo Jefe nos brindo la más cordial
hospitalidad, alojándonos en su propia habitación. La Casa donde estuvimos
tiene la forma elíptica; sus paredes laterales son de bajareque hasta una
altura de metro y medio y medio. Las dimensiones de la casa son las siguientes:
largo, 20 metros; ancho, 12 y altura, 10. En esa habitación viven ocho
familias.
Permanecimos en las sabanas de Camarata hasta el 15 de
diciembre, recorriéndolas en toda su extensión y visitando los destinos
caseríos que se hallan esparcidos en ellas. Allí se cristianizaron 1226
indígenas de ambos sexos y diferentes edades; se erigieron y bendijeron con la
mayor pompa posible, elevadas cruces; se celebro el santo sacrificio de la misa
en altares improvisados, artísticamente adornados por los mismos indios; y se
colocaron banderas nacionales que saludábamos con tiros de dinamita y disparos
de armas de fuego. Para coronar estas ceremonias, se hacían en seguida
distribuciones de objetos religiosos y de efectos como pólvora, zarazas,
pañuelos, etc., etc., sin exceptuar al
más pequeño. Estos regalos eran siempre recibidos por los indios con las
mayores demostraciones de contento.
Al regresar a nuestro campamento, en lugar de pasar por las
sabanas ya exploradas, nos embarcamos en el río Acha, que recorre de S. S O a
N. N E. y que bajamos hasta su desembocadura, en la ribera izquierda del
Akanang. El 17 de diciembre emprendimos marcha hacia el Roraima.
Pasamos sobre la ribera derecha del Akanang caminando a pie,
durante dos días, hasta llegar a la cordillera llamada Lintupué que
atravesamos, llegando en la vertiente opuesta a unas extensa sabanas, en las
cuales descansamos hasta el 20, pues como se deja ya consignado, la ascensiones
esas escabrosas serranías es por demás dificultosa.
Después de seis horas de marcha en la sabana, llegamos a la
orilla de un río llamado Manaurán, donde acampamos. El 22 remontamos el mencionado río hasta llegar a
otras sabanas. Después de un día de marcha forzada, alcanzamos el río Yuguaga,
por el cual nos embarcamos. Allí encontramos una agrupación de indios, en número
de 200, pero más o menos, deteniéndonos en ese punto para renovar nuestra
provisión de cazabe y bautizar 127 indígenas. El 27 emprendimos nuevamente
marcha hasta llegar a un río llamado Carguita, donde hallamos otros caseríos de
indios, quienes nos proporcionaron las embarcaciones necesarias para remontar
dicho río, hasta entrar en una quebrada de regular cause, denominada Mohuac, la
cual remontamos durante dos días. A pesar de hallarnos muy cansados, seguimos viaje caminando por
extensas sabanas hasta alcanzar el río Apanguán, el cual remontamos, hasta
llegar, el día 1° del presente año, al río Yuruani.
Remontamos dicho río durante dos días de fuerte y penosa
navegación hasta llegar al Pico Roraima, en donde aquel toma su nacimiento.
El mencionado río Yuruani en su confluencia con el río
Kukanang, el cual también nace al pie del Roraima, viene a formar la cabecera
del Caroni. Corre este último río de Este a Oeste y después de Sur a Norte
hasta caer en el Orinoco, cerca de San Félix (Antiguamente Puerto de Tablas).
En el trayecto recorrido encontramos varias tribus indígenas,
en su mayor parte Arecunas y
Pisacoas…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
Por los informes que nos dieron nuestros baqueanos y los
Jefes de las tribus por donde pasamos, se puede estimar en 30.000 el número de
indígenas que viven en esas extensas comarcas.
En las sabanas del Roraima permanecimos hasta el 05 de
enero………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….
El 06 de enero emprendimos el viaje de regreso, pasando por
los mismos puntos ya mencionados: pero como tomábamos los ríos de bajada, pusimos
solamente la mitad del tiempo invertido en el viaje de ida, sobre todo,
llegando a nuestro anterior campamento de Camarata el 17 del referido mes. Todos
los indios de allí, principalmente nuestros ahijados, hubieran deseado que
permaneciéramos unos días en ello: pero el mal estado de nuestra salud, sobre
todo la del Presbítero Joaquín Rozo, y la escasez de nuestras provisiones, no
nos permitieron acceder a las exigencias de nuestros amigos Arecunas.
El 18 por la mañana, salimos de Camarata y haciendo marchas
forzadas, bajando los ríos, llegamos a la Estación de Chicanang, donde pasamos
algunas horas y al siguiente día alcanzamos en la tarde la del Cuyuni El
Dorado. ………………………………………………………………………………………….
En el Cuyuni tuvimos que permanecer algunos días, mientras
venían las bestias que mandamos a buscar con un propio al Callao. Durante
nuestra estada en el Cuyuni, regresaron los señores Urdaneta y Sifontes,
haciendo este ultimo entrega de la Comisaria al señor Urdaneta.
Salimos del Cuyuni el 06 de de febrero y desviándome de
nuestro camino para acompañar hasta el hato del Señor Antonio Oliveros, al Señor
Presbítero Joaquín Rozo, quien venía gravemente enfermo, llegamos el 10 de
febrero a el Callao . En dicho lugar permanecimos unos quince días para descansar
y tratar de reparar un tanto de nuetra quebrantada salud.
Hubiera deseado presentar a usted, ciudadano Ministro, un
informe más detallado sobre todo lo que hemos observado en nuestro viaje; pero
las fiebres palúdicas que hemos contraído en esta larga expedición , no me lo permitían
todavía, tanto mi hermano como yo, seguimos enfermos y sumamente debilitados.
Al mejor de salud, me prometo tener la honra de dirigir a ese
Ministerio otra comunicación para suminístrale nuevos datos que creo de interés……………………………………………………………………………………………….................................................................................
Mientras tanto y con sentimientos de alta consideración Y respeto,
me honro en suscribirme de usted, ciudadano Ministro, atento y seguro servidor.
Francisco
Chartier
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