miércoles, 8 de agosto de 2012

Informe sobre la exploración mandada a practicar por el Gobierno Nacional, en el territorio comprendido entre el río Cuyuni y el Pico Roraima, según Resolución del Ministerio de Relaciones Interiores de 15 de junio de 1894.



1895 Mapa de una Sección de Guayana, preparado por el General Francisco Chartier,  para señalar su expedición al Monte Roraima (Colección de la Fundación la Guayana Esequiba)

Transcripción
Estados Unidos de Venezuela
Caracas: 22 de abril de 1895.

Ciudadano, Ministro de Relaciones Interiores
                                                                       Presente
Ciudadano Ministro
En cumplimiento de la misión que, con fecha 15 de junio del año próximo pasado, me confió el Gobierno Nacional, y cuyo objeto era la exploración del territorio comprendido entre el río Cuyuni Y EL Pico Roraima, en el Estado Bolívar, tengo la honra de presentar a usted el informe relativo al viaje que la comisión acaba de verificar.

Salimos de esta Capital mi hermano Federico, Secretario de la Expedición, y yo, el 28 del mismo mes; pasamos por Trinidad, y de allí, en unión del Presbítero Joaquín Rozo, Capellán de la Expedición, seguimos viaje hasta El Callao, donde llegamos el 18 de julio. Inmediatamente procedí a organizar el cuerpo expedicionario, y el día 1°  de agosto, nos pusimos en marcha para el Cuyuni. Los fuertes aguaceros que cayeron en esos días y la pérdida de una gran parte de nuestras provisiones, al pasar la quebrada El Pilón, nos obligaron a retroceder a el Callao, y fue solamente el 11 de de agosto cuando pudimos emprender viaje de nuevo. El 17 de, después de haber recorrido parte de la ribera izquierda del río Yuruán, llegamos a una  aldea de indios Arecunas, situada a orillad de una quebrada que cae en el Yuruán, y llaman Caratal. Dicha Aldea, levantada en terrenos pertenecientes a los señores Figarella hermanos, dista tres lenguas de la antigua misión española de Cura, y consta de unos trescientos indígenas, quienes antes vivían diseminados en ambas márgenes del Yuruán. El diez y ocho de agosto se erigió una cruz de diez varas de altura; se bautizaron 35 indios; y se bendijo solemnemente la aldea, a la cual se dio el nombre de San Joaquín de Cura. Envié a ese Ministerio, con fecha 19 de septiembre, varias fotografías de las   ceremonias a que hago referencia.

Salimos de San Joaquín de Cura el 21 de agosto, y después de un viaje muy penoso, debido a las lluvias torrenciales y a las crecientes de los ríos, llegamos el 25 a la Estacion venezolana del Cuyuni. De este lugar, y después de un detenido examen, envié a ese Ministerio, con fecha 26 de agosto, un informe detallado del viaje que la Comisión a mi cargo acabada de verificar. Me refiero a la consabida nota, que confirmo en todas sus partes.  

Del Cuyuni regresamos a  el Callao el 19 de septiembre, para organizar la gran Expedición que deberíamos emprender hasta llegar al  Pico (Monte) Roraima. Lo desprovisto que se hallaban los almacenes de El Callao, y Guasipati, nos obligo a demorarnos todo un mes, esperando las provisiones que estaban en camino, y fue tan solo el 15 de octubre cuando pudimos ponernos en marcha. El veinte llegamos al embarcadero de Vechica, en la orilla izquierda del río Supamo. Allí encontramos a los indios que habíamos contratado, y al siguiente dimos principio a nuestro viaje.

El cuerpo expedicionario a mi mando se componía de:
El presbítero Joaquín Rozo, mi hermano Federico Chartier, tres peones venezolanos y doce indios: por todas diez y ocho personas, que reparto en tres curiaras y cinco conchas. Ese mismo día envié adelante a dos indios, con la orden de ir al río Carrao a preparar las embarcaciones que habíamos de emplear después de haber franqueado la primera cordillera que debíamos de pasar.

Buscando el camino más  recto, bajamos el Supamo hasta la desembocadura  del río Gualiche,  que principiamos a remontar el 23 de octubre, con la idea de alcanzar las sabanas de Camarata. Durante seis días remontamos sin mayores tropiezos el mencionado río Gualiche y llegamos a una ranchería india, donde se erigió y bendijo una gran cruz, bautizando el lugar San Leonardo, nombre de pila del Jefe de la ranchería, compuesta de cinco casitas donde viven 38 indígenas. Según la costumbre que habíamos adoptado izamos la bandera nacional y en dos corpulentos cedros estampamos las letras E.U.V. (Estados Unidos de Venezuela). En ese lugar permanecimos dos días para renovar nuestra provisión de cazabe, principal alimento de los indios. El Primero de noviembre seguimos nuestro viaje, teniendo que abrir pasó a las embarcaciones, cortando con hacha los arboles caídos que obstruían el río. El 2, después de vencer muchas dificultades, llegamos a una ranchería donde vivían una familias indias, pero que hoy abandonada por completo.

Desde aquel punto se estrecha de tal modo el cruce del rio, y eran tantas las matas caídas, que no nos fue posible seguir  adelante y resolvimos retroceder en busca de otra vía. Regresamos al Supamo, y bajando este río llegaos al Yuruán el 4 de noviembre, después de haber visitado e el trayecto dos pequeñas rancherías indias, en las cuales viven unos 40 indígenas. El día siguiente principiamos a remontar el Yuruán. Nada de particular ocurrió hasta el 10, y abrigábamos la esperanza de poder llegar al punto que nos prometíamos alcanzar; pero el 11 principiamos a tropezar con las mismas dificultades que habíamos hallado en el Gualiche. El 12 apenas si logramos adelantar dos lenguas en todo el día. 

Mandamos dos indios a recorrer el río y los informes que ellos nos dieron, fueron que las conchas podrían pasar sin carga pero en cuanto a las curiaras de ningún modo. De nuevo tuvimos que retroceder, y haciendo rumbo hacia el Cuyuni, llegamos el 20 de noviembre a la Estación Ve venezolana. En ambas márgenes de los tres ríos recorridos: Supamo, Gualiche y Yuruán, visitados ya por nosotros detenidamente en el año pasado, existen algunas agrupaciones de indígenas, la mayor parte de ellos pertenecientes a la tribu de los Arecunas; pero estas agrupaciones, distantes las unas de las otras muchas lenguas, no son bastante importantes para formar un núcleo suficiente a la creación de una aldea.

Me concreto a seguir el relato de  nuestro viaje, poniéndome  a sus órdenes, ciudadano Ministro, para informar, si fuese necesario, sobre las producciones de estas ricas regiones.

Expedición hasta el Roraima

A nuestra llegada a la Estación venezolana del Cuyuni (El Dorado) encontraos al Señor Cesar S. Urdaneta H,  Comisionado Especial del Gobierno, quien se preparaba a salir para la Estación de Chicanang, nuevamente creada. Acatando los deseos del señor Urdaneta, quien me exigió lo acompañáramos en su recorrida, demoramos nuestra salida  hasta el sábado 24 de noviembre, día en que él y nosotros emprendimos  viaje para la Estación de Chicanang. Remontamos el Cuyuni y dos días después llegamos a la desembocadura del Chicanang. Por el croquis que acompaño, notará el ciudadano Ministro que desde el punto escogido para la nueva Sub- Comisaria, se domina a ambos ríos. Empero, siendo muy anegadizas las márgenes del Chicanang, creo conveniente establecer la estación, a unos trescientos metros más al sur, aprovechando un pequeño cerro que hay, que figura en el croquis. Desde este punto, la  vista abarca mayor extensión de terreno, y la casa - estación estará protegida contra las crecientes del río y en mejores condiciones de salubridad.

A nuestro paso por dicha Sub-comisaria, a mi cargo entonces del señor Canuto Gordon, se bautizaron seis de los indios que nos acompañaban.

El 28 de noviembre nos despedimos del señor Urdaneta, quien regreso a la Estación del Cuyuni, siguiendo nuestra marcha por rumbo opuesto, remontando el río Chicanang cuya dirección general es de S.E E a N. NO. Ambas márgenes de dicho río son anegadizas, de tal modo que con dificultad encontrábamos un lugar aparente para establecer nuestro campamento, teniendo varias veces que internarnos en la selva, en busca de un sitio apropiado. La corriente del Chicanang es fuerte, pero como el río es ancho y en el no existen saltos, adelantábamos  a razón de seis leguas por día. El 03 de de diciembre, después de cinco días de navegación, dejamos a Chicanang para entrar en la quebrada Acuchi. Esta es tributaria del Chicanang    y corre S. S O AL n. n e. la remontada de la quebrada Acuchi fue muy dificultosa. A cada momento teníamos, para dar paso a las embarcaciones, que abrir canales con pico y palas, o cortar las matas caídas que obstruían  el cruce de la quebrada. Vencidas las dificultades que entorpecían nuestra marcha, llegamos el 05 de diciembre al pie de la serranía que separan la hoya del Cuyuni de la del Orinoco, y cuya dirección es de E. S. E a N. N.O.

Dejamos en la quebrada Acuchi las embarcaciones al cuidado de dos de nuestros indios, y al día siguiente, 06 de diciembre, principiamos la ascensión del Cerro Lema. Este cerro, cuya altura es de 1530 pies  sobre el nivel del mar, está cortado casi a pico y para llegar a la cima hay que seguir el curso de una quebrada que por fortuna hallamos con poco agua, pero que en el invierno se transforma en torrente, lo que hace casi imposible la ascensión de la montaña. Al llegar a la cima del cerro, después de una marcha muy penosa, encontramos una diputación de doce indios Arecunas, que venían desde Camarata a nuestro encuentro y quien se pusieron a nuestra entera disposición. A las dos de la tarde bajamos el cerro Lema por la vertiente opuesta y a las cinco acampábamos en la ribera derecha del río Carrao, extenuados por el cansancio.­­­----El río Carrao, que no figura en ningún mapa de Venezuela, toma su nacimiento al S E y desemboca al O, en el Caroní. 

El Carrao es un río bastante caudaloso; la fuerza de su corriente es de seis millas por hora y describe muchas curvas en su curso; pero su dirección general es  E. S E a N  N.O.

Allí encontramos las embarcaciones que los dos indios enviados por nosotros el 20 de octubre, nos tenían preparadas, y que consistían en una curiara pequeña y cuatro conchas. No siendo suficiente ese número de embarcaciones para nosotros y para el transporte de las provisiones, tuvimos que mandar a construir cuatro conchas más. En esta circunstancia pudimos admirar la habilidad y destreza de los indios. No habían transcurriendo 24 horas desde que di la orden de preparar las nuevas embarcaciones, cuando ya las cuatro conchas estaban a flote. 

El 08 de diciembre nos embarcamos en el Carrao y después de haber pasado los rápidos de Carimán y Aguarinka, este ultimo largo y peligroso, acampamos el 10 en la desembocadura del río Akanang, que corre de S a N y cae en el Carrao, el cual en ese punto tiene un ancho de 150 metros.

Desde la desembocadura del Akanang corre hacia el Sur una serranía muy alta, cortada a pico y de la cual el cerro principal, el Auyán – tupué, se eleva a una altura de 2.300 pies. Durante día y medio remontamos el Akanang y el 12 llegamos a las sabanas de Camarata. Allí nos esperaban unos doscientos indios, entre los cuales reconocimos a muchos de los que en nuestro anterior viaje habían sido bautizados por el Presbítero Joaquín Razo. Esos indios nos recibieron con las mayores muestras de cariño, y nos llevaron a su aldea, situada en una hermosa sabana, a una legua del lugar donde habíamos desembarcado. En dicha aldea, compuesta de cinco grandes casas bien fabricadas, viven unos quinientos indígenas, cuyo Jefe nos brindo la más cordial hospitalidad, alojándonos en su propia habitación. La Casa donde estuvimos tiene la forma elíptica; sus paredes laterales son de bajareque hasta una altura de metro y medio y medio. Las dimensiones de la casa son las siguientes: largo, 20 metros; ancho, 12 y altura, 10. En esa habitación viven ocho familias. 

Permanecimos en las sabanas de Camarata hasta el 15 de diciembre, recorriéndolas en toda su extensión y visitando los destinos caseríos que se hallan esparcidos en ellas. Allí se cristianizaron 1226 indígenas de ambos sexos y diferentes edades; se erigieron y bendijeron con la mayor pompa posible, elevadas cruces; se celebro el santo sacrificio de la misa en altares improvisados, artísticamente adornados por los mismos indios; y se colocaron banderas nacionales que saludábamos con tiros de dinamita y disparos de armas de fuego. Para coronar estas ceremonias, se hacían en seguida distribuciones de objetos religiosos y de efectos como pólvora, zarazas, pañuelos, etc., etc., sin  exceptuar al más pequeño. Estos regalos eran siempre recibidos por los indios con las mayores demostraciones de contento.

Al regresar a nuestro campamento, en lugar de pasar por las sabanas ya exploradas, nos embarcamos en el río Acha, que recorre de S. S O a N. N E. y que bajamos hasta su desembocadura, en la ribera izquierda del Akanang. El 17 de diciembre emprendimos marcha hacia el Roraima.

Pasamos sobre la ribera derecha del Akanang caminando a pie, durante dos días, hasta llegar a la cordillera llamada Lintupué que atravesamos, llegando en la vertiente opuesta a unas extensa sabanas, en las cuales descansamos hasta el 20, pues como se deja ya consignado, la ascensiones esas escabrosas serranías es por demás dificultosa.   

Después de seis horas de marcha en la sabana, llegamos a la orilla de un río llamado Manaurán, donde acampamos. El 22  remontamos el mencionado río hasta llegar a otras sabanas. Después de un día de marcha forzada, alcanzamos el río Yuguaga, por el cual nos embarcamos. Allí encontramos una agrupación de indios, en número de 200, pero más o menos, deteniéndonos en ese punto para renovar nuestra provisión de cazabe y bautizar 127 indígenas. El 27 emprendimos nuevamente marcha hasta llegar a un río llamado Carguita, donde hallamos otros caseríos de indios, quienes nos proporcionaron las embarcaciones necesarias para remontar dicho río, hasta entrar en una quebrada de regular cause, denominada Mohuac, la cual remontamos durante dos días. A pesar de hallarnos  muy cansados, seguimos viaje caminando por extensas sabanas hasta alcanzar el río Apanguán, el cual remontamos, hasta llegar, el día 1° del presente año, al río Yuruani.

Remontamos dicho río durante dos días de fuerte y penosa navegación hasta llegar al Pico Roraima, en donde aquel toma su nacimiento.

El mencionado río Yuruani en su confluencia con el río Kukanang, el cual también nace al pie del Roraima, viene a formar la cabecera del Caroni. Corre este último río de Este a Oeste y después de Sur a Norte hasta caer en el Orinoco, cerca de San Félix (Antiguamente  Puerto de Tablas).

En el trayecto recorrido encontramos varias tribus indígenas, en su mayor parte Arecunas y Pisacoas…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
Por los informes que nos dieron nuestros baqueanos y los Jefes de las tribus por donde pasamos, se puede estimar en 30.000 el número de indígenas que viven en esas extensas comarcas.

En las sabanas del Roraima permanecimos hasta el 05 de enero………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

El 06 de enero emprendimos el viaje de regreso, pasando por los mismos puntos ya mencionados: pero como tomábamos los ríos de bajada, pusimos solamente la mitad del tiempo invertido en el viaje de ida, sobre todo, llegando a nuestro anterior campamento de Camarata el 17 del referido mes. Todos los indios de allí, principalmente nuestros ahijados, hubieran deseado que permaneciéramos unos días en ello: pero el mal estado de nuestra salud, sobre todo la del Presbítero Joaquín Rozo, y la escasez de nuestras provisiones, no nos permitieron acceder a las exigencias de nuestros amigos Arecunas.

El 18 por la mañana, salimos de Camarata y haciendo marchas forzadas, bajando los ríos, llegamos a la Estación de Chicanang, donde pasamos algunas horas y al siguiente día alcanzamos en la tarde la del Cuyuni El Dorado. ………………………………………………………………………………………….
En el Cuyuni tuvimos que permanecer algunos días, mientras venían las bestias que mandamos a buscar con un propio al Callao. Durante nuestra estada en el Cuyuni, regresaron los señores Urdaneta y Sifontes, haciendo este ultimo entrega de la Comisaria al señor Urdaneta.


Salimos del Cuyuni el 06 de de febrero y desviándome de nuestro camino para acompañar hasta el hato del Señor Antonio Oliveros, al Señor Presbítero Joaquín Rozo, quien venía gravemente enfermo, llegamos el 10 de febrero a el Callao . En dicho lugar permanecimos unos quince días para descansar y tratar de reparar un tanto de nuetra quebrantada salud.



Hubiera deseado presentar a usted, ciudadano Ministro, un informe más detallado sobre todo lo que hemos observado en nuestro viaje; pero las fiebres palúdicas que hemos contraído en esta larga expedición , no me lo permitían todavía, tanto mi hermano como yo, seguimos enfermos y sumamente debilitados.

Al mejor de salud, me prometo tener la honra de dirigir a ese Ministerio otra comunicación para suminístrale nuevos datos que creo de interés……………………………………………………………………………………………….................................................................................



Mientras tanto y con sentimientos de alta consideración Y respeto, me honro en suscribirme de usted, ciudadano Ministro, atento y seguro servidor.
                                            Francisco Chartier  


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